lunes, 29 de abril de 2013

Aquel San Isidro del 97.

               Esta tarde dominical que va de caída me encuentro un tanto juanramoniano y, a la sordina de fiesta, me asomo a la azotea, escucho el campanil de la capilla de la Santa Cruz del Campo y pocos minutos más tarde el de la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios... barrunto que la Romería de San Isidro ya viene de recogida camino de su Casa-Hermandad en la calle Real. Caballería, jinetes ataviados, carreta con "Simpecado", flamencas a compás de palmas, charrets, carros engalanados... Ni a soñar que se pusieran (nos pusiéramos) los que llevaban las riendas de la Hermandad hace no tantos lustros. Me alegro infinitamente por ello. De eso se trataba.

               Y al son de los tamborileros iba recordando aquellas fiestas de San Isidro de 1997. ¿Que qué tuvieron de especiales?, sigan leyendo: Por aquel entonces era Presidente D. Antonio Cabrera y mi padre formaba parte de la Junta de Gobierno (qué poco me gusta llamarlo "directiva")... Ya se pueden ir imaginando a quién tenía más a la mano para cuando había que montar el Santo o mover "chismes"... Por entonces surgió la idea de que la Hermandad contara con un estandarte (mal llamado Simpecado) que precediera al Santo en su procesión y presidiera los actos de la Romería en el campo. La insignia se bordó en Manzanilla, de manos de Sara y Antonio Mariño; admito que se me escapa quién hizo la pintura (mea culpa). La construcción de la carreta corrió a cargo de Domingo "Pulido", inspirándose en la de la Hermandad del Rocío de Hinojos. Aún recuerdo los quebraderos de cabeza de mi padre junto a otros miembros de Junta más para buscarle, a contra-reloj, un carro que le viniera bien.

               Pero no sólo fueron esas las novedades, aquel año se decidió que el paso habría de ir, sí o sí, a hombros de los hermanos y desechar de una vez por todas aquellas horrendas ruedas. Para ello se reclutó (por entonces no se podía hablar en otros términos) a un grupo de jóvenes hermanos. Y así fue, sin poner un neumático en el suelo, porque esa fue otra, el mecanismo de las ruedas no se desmontó y el paso pesaba casi el doble. Pero no quedó ahí la cosa, más de la mitad del recorrido hubo que hacerlo literalmente corriendo, dado el aguacero que cayó cuando el Santo estaba en la calle. Y como el mal tiempo persistió todo el fin de semana, se decidió posponer la romería al campo cuando ya pasaran todas las fiestas del pueblo, esto es, a mediados del mes de junio (más concretamente el 14 y 15 de dicho mes).

               Y nacido de la más candorosa de las improvisaciones (al más puro estilo San Isidro de siempre), en la noche del viernes 13 de junio decidieron recorrer todas las calles del pueblo con la flamante carreta recién estrenada. Le engancharon las bestias de Picanía, le pusieron cuatro macetas de "pilistra" con sus respectivos tibores, otros tantos haces de romero, algun que otro ramo contrahecho en las cornisas y... a presentar la carreta al pueblo que la recibía con sorpresa sentado al fresco en la cálida noche. Recuerdo con simpatía que cuando pasaron por la capilla de la Cruz del Campo nos cogió a los miembros del Coro de la Cruz en una sesión de fotos en la puerta de la capilla, lo que aprovechamos para cantarle unas cuantas de sevillanas y allí mismo acordamos, con un apretón de manos, cantar la primera misa de Romeros que tendría lugar al día siguiente en la Plaza de España. (Dicho sea de paso, el Coro de la santa Cruz del Campo le cantaba todos los años la Función principal).

               Cuando al día siguiente vi desde el "jato" la llegada de la romería al Huerto del Hambre (no más de una decena de caballos, la carreta y la fila de coches y tractores detrás), fue cuando de verdad fui consciente de que estaba viviendo un momento histórico. Cuántas veces me quedaba embobado escuchando de boca de mis abuelos las mil y una anécdotas e historias que, en su niñez, vivían junto a sus devociones: "cuando Fulanita fue Hermana Mayora, siendo yo muy chica, se estrenó tal cosa....", "el primer año que se hizo tal cosa fue cuando murió tu tatarabuela...", etc... Estaba siendo testigo del comienzo de una tradición, iba entretejiendo en los recovecos de mi imaginación lo que vivirían aquellos que presenciaron el primer Romerito crucero, o el primer año que saldría en procesión cualquier Imagen querida.

                Dentro de cincuenta años (si Dios me permite vivirlos con lucidez -ojalá-) podré decirle a las generaciones futuras que "a finales del siglo XX, más concretamente en 1997, se estrenó el Simpecado y carreta de San Isidro", aunque no descarto que pueda haber algún atrevido jovenzuelo que, en aras del rigor (mortis), se permita ponérmelo en duda...