jueves, 19 de mayo de 2016

PADRENUESTRO CRUCERO


               Santa Cruz bendita del Campo, reflejo de Dios celestial pero realidad tangible aquí en la tierra, que habitas en la calle a la que das nombre.
Sea mil veces santificada tu advocación, pues de ella depende el sustento de nuestro pueblo; como santas son las manos que te bordaron.
No anhelamos más reino que tu reino.
Hágase siempre tu voluntad, aunque no siempre coincida con la nuestra... y ahí radica nuestra valentía, en aceptarla.
Que el pan, fruto del sacrificio de nuestra gente, nunca nos falte. Que el líquido salvífico en tu cuerpo derramado alimente nuestras ansias de trascender a lo mundano.
Perdona a quiénes te ofenden, seguro que no saben lo que hacen. Por mi parte, y siguiendo tu estilo, prometo plantar rosas cuando otros siembren espinos.
Y no nos dejes caer en la tentación de usarte para otro fin distinto a tu mayor honor, honra y gloria.
Amén.

PASIÓN QUE CIEGA


               Hay pasiones que ciegan y, también, ciegas pasiones. Tú, Santa Cruz bendita, eres de lo primero, porque a ti se te quiere y se te admira desde el raciocinio, luego tú ya te encargas de hacerlo añicos. No hay que estar ebrio para admirarte, eres tú la que nos embriagas. Podemos acercarnos a ti incluso desde la indiferencia y el escepticismo, que siempre acabas tocando no sé qué arcano de nuestro más profundo ser… y si alguien dice no sentirlo así, es porque ha hecho esfuerzos titánicos por cerrarte las puertas de su corazón. Eres la expresión rotunda del renacer de la vida, la exaltación de los sentidos, del sacrificio y la gloria…
               Lo auténticamente humano ha de ser necesariamente imperfecto. A tu lado no puede haber perfección, porque la perfección misma eres tú… Todo cuanto te rodea nos recuerda a ti, es imposible ver una portada de azulejos, un templete gótico o el grácil vibrar de florecillas sin que nuestra anamnesis nos conduzca a tu presencia… Y todo se ordena a ti, por eso, las rojas luminarias a las que prestas tu luz (nunca al revés, no nos engañemos) en esa mágica noche de mayo, no son más que el oro y la grana derramados de tu mismo cuerpo… la música que nos acaricia son notas tejidas de tu misma mostacilla, las estrellas y luceros son florecillas de tu arco desparramadas por el firmamento, la luna sólo reflejo de tu áureo Viril que custodia lo más Sagrado. El oro se rinde a la humildad de una miniatura del Santo Rostro porque no hay valor más grande que la Imagen de Aquel que todo lo puede…
               Quien quiera saber por qué Villarrasa es crucera, acérquense estos días a la capilla, en la calle que lleva tu nombre. Sabrán por qué no necesitas de nada más para ser lo que eres.

domingo, 3 de enero de 2016

¡Feliz 2016!

               Cuando hace años mi Hermandad de la Santa Cruz del Campo me propuso montar un Nacimiento en la Capilla, lo tuve meriadianamente claro: No quería un Belén al uso y que cualquiera pudiera tener en casa. Como todo en nuestra Hermandad, lo que se hiciera, gustara más, gustara menos, tenía que recordarnos a Ella. Este año quiero agradecer a los miembros de Hermandad que han estado solícitos a mis, a veces, caprichosos requerimientos y, muy en especial a Manoli "La Perdiz" y a la camarista, Vicenta Garfias, por su empeño y dedicación vistiendo las Imágenes del Misterio, me consta las horas que han echado confeccionándolas y adaptándoselas, ya que no son de vestir sino de talla completa.


               Por otro lado, este año también se me ha presentado otra ocasión para montar Belén de la Parroquia  y, de paso poner el valor una Dolorosa y un San Juan Evangelista (adaptada a San José para la ocasión) que pasaban muy desapercibidas y, hasta hace poco permanecían ocultas. Buenas esculturas y algunas telas antiguas (¡cuántas cómodas y arcones quedan aún por descubrir en Villarrasa!) dan como resultado este Nacimiento que, de momento ha sido del agrado de quienes lo han contemplado.


¡PASEN FELIZ AÑO!

viernes, 12 de junio de 2015

LA VERDAD DESNUDA


               Es inevitable evocar las palabras de Carlos Colón. Hoy, 26 de abril, podemos ver la verdad desnuda de por qué Villarrasa es crucera, de por qué este bendito pueblo condal siente y padece, ríe y llora, muere y resucita junto a los estigmas del Martirio y la luz de la Gloria resumidos todos en La que, desde las 12 de esta pasada madrugada, se erige soberana en su paso procesional, a la espera de derramar Vida por toda Villarrasa. 
               La misma, sí, la misma que embrujó a aquellos villarraseros del XIX lo sigue haciendo, como si tal cosa, a los del siglo XXI. Dudo que hubiera mucha diferencia entre aquellos que la vieron recién salida del bastidor en aquel Convento donde se obró el prodigio, con la de cualquiera de los cruceros que anoche abarrotaban la capilla.
               Te vemos, Cruz bendita, y el ruido del motor del coche que acaba de pasar bien pudiera ser el crujir de un carro y las esquilas del mulo que tira de él. Te vemos, y el asfaltado de tu calle bien pudiera parecernos un terregal con aceras de piedra. Te vemos, y la blancura de tu capilla actual bien pudiera parecernos un arco de puntas góticas con bombillitas. Te vemos y bien pudiera parecernos que, de un momento a otro, va a llegar Eugenio "el Lila" para ponerte en el aire, o Manolito "Piruli" con baldosas de papel, o Andrea, tu eterna camarista, ayudada de su hija María con un amarrijo de alfileres sumergidos en talco para hacerte el primor de las dobleces de tu sudario. Te vemos y aún nos resuena el restallar de espejos y orzas de aceite, porque a ti nada se te puede negar. Te vemos y nos parece ver a Bernarda y a María la Caló repasando el dorado de las cornucopias, te vemos y nos parece estar viendo a las Mayorazgo, Catalina, Alfonsa, Anita y Frasquita, metidas en mil quehaceres. Te vemos y nos parece estar viendo a María la de "El Litri" algocifa en mano dispuesta a limpiar lo que hubiera menester. Te vemos y nos parece ver a Alfonso Vázquez que acaba de hblar con el orfebre, con el tallista o con el bordador porque este año estrena "¡¡ooohhh, lo que va a estrenar este año...!!" . Te vemos y vemos a mi tía Anita luciendo su majeza con madroñera grana. Te vemos y vemos techo y comida compartidos con los grandes maestros de la pasión, directores de Soria 9. Te vemos y son innumerables los cruceros y cruceras que han pasado por delante tuya, como norte y guía de sus vidas, tantos, tantos y tantos, que sería imposible nombrarlos aquí. Te vemos, y veo a mi abuela contándome todo esto... 

               Te vemos y es que no nos cansamos de verte. 

(Publicado en mi perfil de Facebook el 26 de abril de 2015)


Foto: Juan Ignacio Borrallo.

jueves, 9 de abril de 2015

La web de la Cruz, renovada.

               He aquí la web oficial de la Primitiva y Fervorosa Hermandad de la Santa Cruz del Campo, Sangre de Ntro. Señor Jesucristo y Santo Rosario, totalmente renovada en forma y actualizada en fondo. En su día fue pionera y hoy ¿por qué no?. Disfrútenla:

www.santacruzdelcampo.org

ABRIL

               Nada más había hecho terminar de llover aquella interminable tarde abrileña de mediados de los 80. El olor a tierra mojada recalentada por un sol que se hacía hueco entre los nubarrones, que aún por la sierra dejaban caer visibles cortinas de agua, nos convocaba a mi hermano, primos Enrique, Manoli, Rosa (creo que también Isidoro y JavI) y a este que os habla a jugar a la Cruz en el patio de mis abuelos Enrique y Manuela. Mi prima Inma contaba con algo más de un mes de vida (qué ganas de que se hiciera mayor, decíamos), el resto de mis primos: José Manuel, Víctor, Fátima, María, Álvaro, Alejandro y Raúl, ni en el pensamiento de sus progenitores traerlos al mundo. 
               El solar que dejó el derribo de la antigua bodega de Flores (el Llano, para los niños de El Prao) no podía hacer más honor a su nombre: una densa alfombra de jaramagos, amapolas y margaritas hediondas formaban caprichosas formas junto a los meloncitos, malvas, conejitos y avenas locas “Cuantas más cojamos, mejor” decíamos. Todo era poco para adornar nuestro pasito que ya mi abuela estaba conformando con todo el primor que una madre de madres puede ofrecer a los hijos de sus hijos. Una enorme (desde la perspectiva de unos mocosos como éramos) caja de cartón (¿o era un tabal de frutas?) cubierta con papel de regalo “con cositas colorás”. La cruz, dos tablas pintadas de rojo, una tira de papel de aluminio eran las bandas y el arco dos varas de esparraguera salpicadas con florecillas, de las mismas que cogíamos en el llano. Mi prima Rosa era la Hermana mayora (sí, mayora), con un palo de escobón como vara. Mi prima Manoli, cual Mariquilla terremoto, pendiente de todo (ahí, apuntando maneras) Mi primo Enrique y yo éramos los que llevábamos el paso y para evitar disputas sobre quien iba delante y quien detrás (a cabezones no nos ganaba nadie), optábamos por ponerlo de lado y cogerlo por los costados. Mi hermano hacía de banda aporreando un bombo cilíndrico de detergente y… a darle vueltas al patio. Había que echarle imaginación para ver en aquello tan solo un mal remedo de lo que veíamos en nuestros mayores (de eso se trataba, de echarle imaginación), sólo interrumpíamos el juego cuando, desde el salón se dejaba oir la sintonía de Barrio Sésamo y la abuela nos tenía preparados los bocatas de nocilla o, una exquisita tarta de galletas como sólo ella sabe hacer. Nada más hacía empezar el tostón de Planeta Imaginario (para planeta imaginario, el que teníamos montado nosotros), salíamos como potros de nuevo hacia el patio a segur dándole vueltas a nuestra cruz. Mi abuelo, siempre tan bromista y guasón con sus nietos, nos decía “qué aburridos, no echáis ni vivas ni ná”, otras veces nos decía “a ver, qué banda queréis que os contrate” o “¿cuándo vais a sacar el Romero?”. Hasta “Lesly” (nombre más ochentero, imposible), una perrita de pelo lanoso que tenía mi abuela, nos hacía compaña. Cansados de tantas vueltas por el patio, no sin antes jugar al más difícil todavía pasando por la frondosidad del jazmín, hacíamos la recogida bien en la vaqueriza que había en el corral o bien en el cuarto de aseo, cuya puerta daba al patio. 
               
Desde las cuatro esquinas, en la otra punta del pueblo, se dejaba oír una salva de cohetes, signo inequívoco de que algo se estaba moviendo por la calle Cruz (por eso llovió horas antes… no falla). A la sordina de aquel estruendo, desde dentro de casa, quizás mi abuelo o quizás alguno de mis tíos, se escuchaba “!VIVA LA COLORAITA!”, a lo que respondíamos en un despelleje de garganta “¡VIVAAAA!”

jueves, 5 de marzo de 2015

MARZO

               El que os habla no rondaría la decena de edad. Me encantaba llevarme horas en casa de mis abuelos José Antonio y Josefa para zambullirme en la cátedra de aquella Villarrasa de parva, empedrado y cal. Sería martes santo o miércoles… no me acuerdo. La luz en estado sólido de aquella tarde de marzo entraba tamizada a través de los cristales verdes, amarillos y blancos del portentoso cierro, procedente del derribo de un palacio sevillano, a dejar caer sus 24 kilates sobre uno de los maceteros barnizados, entre viejos y antiguos, que flanqueaban el vano del segundo portal. Sobre el macetero un tapete de croché y sobre éste un tibor de loza del que emergía una maceta cuajada de “narditos” (frecsias) que trasminaban toda la estancia (será por ello que asocio ese aroma al mes de marzo), debajo, en tiesto pintado de blanco con la revuelta del filo en verde, una maceta de frondosas y abutanadas cordobesas. A través de los opacos cristales del cierro, con las persianas remangadas, se adivinaba un bosque de “laureolas”, “pilistras” y flores de jarro en torno al brocal del pozo. Colgadas de las paredes, a la espera de las aguas de abril, los brotes de lo que serían aromáticos claveles grana reventones, que acabarían de la manera más gloriosa: prendidos en la solapa de algún jinete en el Romero o en el rodete de alguna flamenca en el Rosario… quién sabe si junto a la peina de la Hermana Mayora (aquel año creo que salía de la misma calle).
               Un incesante "tictac" salía del péndulo del reloj de pared. Presidiendo el amplio salón un retablito con una estampa antigua de San Antonio de Padua con marco de fina labor de forja pintado de purpurina, flanqueado por dos farolitos con bombillitas perennemente encendidas, excepto cuando algunos de mis primos, mi hermano o yo las apagábamos para bromear con mi abuelo, pocas bromas soportaba tan mal como que le apagaran las luces a su San Antonio; para él era el summum de la irreverencia y significaba casi estar desprotegido; no, no llevaba demasiado bien que sus nietos gustaran de bromear con aquello tan sagrado para él. Mi abuela había remangado, por enésima vez, las rojísimas (cómo no) enaguas de la camilla para remover el poco cisco que quedaba en la copa y que ya había regado con romero bendecido del día de la Virguen (Virgen con “g” suave no podía ser otra más que la de los Remedios), “ya no hace tanto frío” –decía- “aunque mira cómo se pega las brasas a la badila”, barruntaba así que el tiempo iba a cambiar. Sobre la mesa, un cesto de porcelana con amapolas de plástico duro del año del cuplé (literal); al lado, una fuente con exquisitas tortillitas de bacalao. "Dang, Dang…" así hasta seis campanadas del reloj de pared retumbaron en la espaciosidad de la galería. Mi abuelo, que dormitaba como podía la siesta en su mecedora de loneta, miraba aquel mueble con manecillas y, de seguida, comprobaba la hora con su reloj de pulsera, volviéndose luego a dormir no sin antes reparar en las luces apagadas del retablo de San Antonio “¿Otra vez has apagado el San Antonio?” –medio me regañaba- “desde luego que no ideas cosas buenas, ¡vuélvelo a encender, hombre!”. Mi abuela se sonreía cómplice. 
               La voz de Garrido Bustamante, procedente del Radiola en blanco y negro, retransmitía la primera o segunda desde la Campana. Eso y los toros era lo único que a mi abuelo le merecía credibilidad de aquella caja del demonio, lo demás eran pepones pintados en el cristal (quizás no iba tan desencaminado). Al instante se dejó oír “… este palio acompañado de la Banda de Soria 9”, a mi abuela, más emocionada por lo que le recordaba que por lo que veía en la pantalla, se le escapó un “qué lindos los toques de la música de Soria”, y lo decía así, como si nunca la hubiera acogido en su casa. Era mil novecientos ochenta y… pero por sus octogenarios ojos, que comenzaban a asomar el vidrio de las emociones, bien pudiera ser mil novecientos veinti… Y, como si yo no lo supiera, como si pensara que semejante cosa se me pudiera olvidar, me espetaba casi con nerviosismo y con un ímpetu contagioso: “Niño, ¡¡QUE YA ESTÁ AQUÍ LA CRUZ!!”